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jueves, 20 de noviembre de 2008

Sobreviviendo a octubre IV

Resulta extraño pensar en todo lo que ocurrió y de lo que ni por asomo vi, insisto, la idea de la burla no puede apartarse y el sentimiento de no haber sido suficiente vuelve a aparecer. "No eres tú soy yo" buena frase dicha como un millón de veces, que a final de cuentas no dice nada. Sobre todo cuando en una relación, la que sea, normalmente son dos los que forman el juego.

Insisto, la fidelidad es una virtud que poca gente tiene voluntad de hacer realidad, de manera personal puedo afirmar que no soy una de ellas, nunca lo he sido y nunca lo seré, pero existía tal acomodo en lo que un día existió que la necesidad desapareció por un largo tiempo, justo el tiempo en el que el gavilán daba vuelos por las esquinas.

No hay reproche, incluso hay comprensión, más de la que incluso yo podría admitir. Yo también he pecado y no me arrepiento de nada, mis motivaciones no tienen que ver contigo ruiseñor, ni conmigo. Tienen que ver con el momento en el que me encontré con las personas que me amaron, por un instante, por unos días. Es por eso que la culpa nunca se instalo en mi alma, es por eso que la necesidad de confesión no llego. Se confiesa el pecado, no la dicha de haber sido feliz por un instante, así como estoy segura tú lo fuiste también.

Pero bueno, arrieros somos y en el camino andamos, y al parecer el otrora gavilán quiere volverse ruiseñor, sin embargo mi emplumado amigo, esa oscuridad que ilusa creía que no tenias, está insertada en lo más hondo de tu ser. Me alegra, me hace sentir ante un igual. Así que mi oscuro y pecador amigo creo que tus mentiras no fueron piadosas, más bien me dejan un sabor a travesura, a travesura de un niño malo que rompió el vidrio y escondió la mano. No me saben a mentiras piadosas, porque la paloma negra nunca ha pedido piedad y hasta el último día te lo dijo, "en caliente, sin piedad" ¿Por qué? por que la muerte lenta sabe a tortura y yo ya pasé por varios infiernillos gracias a la piedad del omitir los motivos.

No hay reproches ni motivos de enojo, al contrario, sonrío al ver de frente al tipo de humano que eres, más igual a mi de lo que te imaginas, mucho menos idealizado, menos complicado, más real. Te deseo suerte en todo aquello que tus anhelos estén confabulando y ya sabes, la puerta y otras cosas están abiertas, siempre y cuando otro gato no se encuentre en mi tejado y la culpa no se asome en tu corazón.

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