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miércoles, 25 de marzo de 2009

El pantano

El pantano que se encuentra cerca de la casa de mi abuelo es un lugar subestimado, no es un bello paraje, ni un valle lleno de trigales, vaya, ni siquiera es un bosque encantado. El pantano, es solo eso, un pantano, el cuarto de un total de nueve. Pero, no es un pantano cualquiera, este pantano se ubica en el poniente, a las afueras de la ciudad, en una pequeña colina desde la cual es posible ver un valle azul, donde la vida poco a poco se torna gris. Pero esa es otra historia.

El pantano posee lo común: lodo, moho, piedras y vida, mucha vida. Vida en el aire, en los charcos, vida en cada piedra. Pero la vida de este pantano tiene un sello peculiar, sus habitantes: cocodrilos, salamandras, tortugas, ranas, sapos y una que otra rata vieja.

Hace unos días me encontraba buscando ajolotes para mi pecera, cuando el calor de la tarde y la tranquilidad del lugar me llevaron a un placido sueño, el cual fue interrumpido por una platica muy especial.

Un Cocodrilo verde de espalda muy ancha se encontró a su amiga la Salamandra negra en un estanque.

-Hola Coco ¿qué haces aquí? Si tú tienes tú propio charco -Dijo sorprendida la Salamandra.

_Aquí nomás preparándome para darle un buen baño a mis escamas.

-¿Un baño a tus escamas, estás jugando conmigo? Si tú disfrutas estando en el agua verdosa de tu charco, acechando a los mamíferos que se acercan a beber. ¿Acaso quieres presumirle tus escamas a alguien?

-¡No! ¡No! mi espaldita amarillenta.-Le contestó el Cocodrilo. -A ti, sabes que no puedo engañarte, pero pienso que con una enjuagadita con el agüita clara podré quedar bien con la Tortuga.

-¿Con la Tortuga? Pero ¿cómo puedes pensar que con una lavadita de agua podrás quedar bien con la Tortuga?

-Así nomas, sé que no tengo porque, pero quiero quedar bien con la Tortuga.

-Es curioso que hagas esto, justo ayer Tortuga estaba en lo mismo.

-¿En lo mismo? -Preguntó extrañado el cocodrilo.

-Tú sabes, aquí en el pantano una se entera de todo, hasta de la vida de la mosca del panteón. -Susurro intrigosa la salamandra negra.
-Tortuga viene seguido a bañarse en el agua del estanque y no precisamente con moscas panteoneras. La han visto con grillos, ratas y sapos. Pero, tranquilo Verde -dijo la Salamandra sonriendo. -Tú sabes que a las Tortugas les gusta mordisquear todo lo que les cae al lodo. Además, todos hemos comido del mismo pantano. Usted déjese llevar, pero no se deje morder sin antes lavarse con el agua del estanque . La vida en el pantano es bella y sólo hay una, además, eso fue hace mucho, los reptiles suelen cambiar de piel.
-Vaya Salamandra, creo que le pondré rosas a mi charco para los lavados de pureza que le faltan a mis escamas.-Dijo el Cocodrilo.

-¡Rosas! ¿dónde vas a encontrar rosas mi estimado amigo? No ves que este es un pantano. Las rosas están allá abajo, en el valle, lejos de aquí. Recuerda que tus escamas no serán bellas, pero son suaves, como todas las pieles verrugosas. Las ratas y los grillos no tienen la suavidad de tus escamas. Pero bueno, si tu quieres limpiar tus escamas en el agua clara, allá tú.

La Salamandra dejó que el Cocodrilo nadara en el agua del estanque, mientras ella caminaba entre las piedras y el moho, buscando un lugarcito donde encontrar un buen rayo de sol. En eso estaban cuando la Tortuga llegó, con su lentitud habitual, el Cocodrilo y la Salamandra dejaron abruptamente su platica. La Tortuga no los vio y se metió al bebedero de agua clara, nadó un poco mientras trataba de limpiarse la piel y la conchita. El Cocodrilo se transformó, se hizo más pequeño y sus dientes se escondieron.
-Ahora resulta que todo mundo quiere verse bonito. -Pensó la Salamandra, mientras el Cocodrilo se encontraba fascinado con la agilidad de la Tortuga, estando los dos en el agua no tardó en hacerle la plática.

Mientras esto ocurría, traté de levantarme para verlos de cerca. No había nada extraño, salvo que el agua del estanque tenía una característica muy particular, al entrar en él, los cuerpos de los animales se transformaban, noté al Cocodrilo y a la Tortuga perder sus escamas y llenarse de luz, se creería que eran un par de seres con virtudes extraordinarias y se antojaba acariciarlos de lo bellos que se veían.

Entendí que el estanque tenía alguna magia, pues después de un rato todos los animales del lugar habían entrado en sus aguas, queriendo ser lo que afuera no podían ser. Los reptiles, las lagartijas, las ratas y las peores alimañas, cambiaban su cuerpo con singular rapidez.

La tarde había llegado y los animales se fueron uno a uno. La curiosidad pudo más que mi sensatez y metí la mano al estanque, después los pies y al final me di un baño en ese lugar. Mi piel morena se transformó, los callos de mis manos desaparecieron, mis cabellos se hicieron sedosos y mi voz exclamó cosas que nunca creí posible decir.

En eso estaba cuando el Cocodrilo apareció detrás de mi. Con gran susto nadé a la orilla y pude ver que ni siquiera noto mi presencia, se dirigía nadando hacia la Tortuga, la cual era ágil y graciosa. Ambos crearon una danza dentro del agua que me recordaba la música y la poesía de la que hablaban en la escuela. Sus cuerpos daban vueltas en una armonía perfecta, se veían tan felices. De pronto, el Cocodrilo abrió su gran hocico y sus dientes afilados dieron con la piel de la Tortuga, la cual ni siquiera se quejó, peor aún, parecía que gozaba mientras la sangre brotaba de sus extremidades, al notarlo, el Cocodrilo, cual si fuera una pequeña criatura dejó que la Tortuga mordiera sus ojos, dejándolo casi ciego.

Mientras miraba el violento espectáculo pensaba en Luisa, en su cabello negro, en su piel blanca, en sus ojos grandes. Deseaba que estuviera a mi lado y pudiera ver como transformaba el estanque mi cuerpo.

Pero ella no estaba. Me avergoncé de mis deseos y decidí salir del agua para buscar un lugar donde secarme, entonces, vi en una gran piedra a la Salamandra, me miraba con singular curiosidad y pude notar una risilla burlona en sus ojos.
“Mañana tu alma te dolerá. Aunque tienes suerte de haber entrado solo.” Me dijo, y fue tal mi asombro que casi vuelvo a caer al agua.

-No te asustes, has estado oyendo nuestra conversación toda la tarde. Míralos, se encuentran tan bellos dentro del agua, que no notan que al salir sus cuerpos estarán hechos pedazos. El Cocodrilo lo sabe, ya le ha pasado antes, pero le fascina tanto la experiencia, que no le importa lo que pase cuando salga del agua. Él dice que mientras los huesos no crujan seguirá metiéndose al estanque. Ahí está feliz con la Tortuga, aunque en el fondo sabe que al salir hay ratas y grillos con los que ella se meterá más tarde, tal vez mañana mismo. Me ha dicho que no le importa, que al final del día hay más pieles que la de la Tortuga. Míralo, esta feliz, mañana me contara del dolor de sus entrañas.

-Pero y la Tortuga, ella ¿Por qué lo hace?” Pregunté.

-La tortuga está jugando, al final ella siempre sale cuando el dolor es soportable, cree que juega con el Cocodrilo, pero él ha jugado en el estanque desde que parecía una lagartija. Es adicto al estanque, aún cuando suele salir muy lastimado.

-Todos los animales del pantano entran al estanque, ¿tú por qué no? -Le pregunté con verdadera curiosidad.

-Yo salí hace poco. -Respondió -esa agua está maldita, nos hace bellos a los ojos de los que nos acompañan, y ellos se hacen irresistibles a nuestros ojos, los amamos tanto que necesitamos alimentarnos de ellos, de su sangre, de su piel, de su cuerpo. Yo entré junto a unas escamas, y ya vez, apenas me puedo mover. Tienes suerte de haber entrado solo, de lo contrario al salir, el dolor y la resaca emocional te serían imposibles de soportar.

En ese momento el Cocodrilo y la Tortuga salieron del agua, sus ojos extasiados podrían haber sido una puerta al paraíso. La Tortuga apenas podía caminar, sangraba del pecho y el Cocodrilo caminaba con lentitud, debido a la ceguera parcial.

-Míralos. -Me dijo la Salamandra. -Mañana el amor pasará. Pero hoy, hoy se encuentran en el paraíso.

-Pero eso es una tontería. -Le dije -¿Cómo pueden volver a entrar a ese estanque?

-Porque dentro de ese estanque están los juegos más intensos de la vida. Dentro del estanque todo es posible. -Contestó como resignada.

-Pero ¿y tú? Con cuáles escamas te has cubierto que te encuentras con ojos moribundos.

-No quisiera responderte -decía mientras bajaba la mirada -no debería, pero… qué me importa si lo cuentas, nadie te creerá que hablaste del pantano con una salamandra. Dentro de esas aguas se me ha secado el alma con el aliento de mi querido Cocodrilo, pero soy traviesa y juguetona y de vez en cuando chapoteo con las criaturas del pantano, del valle y del bosque.

-Pero ahora, qué haces aquí sobre la piedra, ¿por qué los miras?
-Mi amigo, haces demasiadas preguntas, así como ustedes han comido manzanas rojas, nosotros tenemos nuestro estanque, nuestro bebedero. Mi amigo Cocodrilo se divierte como de costumbre, pero al rato entraré yo al agua con ganas de encontrármelo y retozar por entre las plantas que están al fondo.

Inesperadamente la Salamandra saltó al espesor de las plantas del pantano, escondiendo su cuerpo del paso del Cocodrilo y la Tortuga, que no paraban de reír y mordisquearse las entrañas. Por un momento sentí repulsión de ver tal acto de crueldad.
-¿Cómo puede ser eso placentero para ellos?- Me dije, pero, mi curiosidad me llevó a seguir sus pasos. A pocos metros las huellas se dividían. Las huellas del Cocodrilo eran claras, siempre pisaba sobre sus mismos pasos de un modo tan preciso y meticulosos que pareciera como si fuera la primera vez que seguía ese camino, con un gran esfuerzo pude notar que esos pasos estaban ya muy marcados sobre la tierra.

Llegue hasta su morada, pero no estaba allí, súbitamente a mis espaldas sentí su respiración.
-¿Qué buscas forastero? Estas muy lejos de tus terruños y te pones en peligro estando tan cerca de los míos. No pretendo ser paranoico ni descortés, pero en estos lugares oscuros uno debe de cuidarse hasta de su sombra.

Asustado, dije:
-Lamento la intromisión, te vi nadando en el estanque con una Tortuga y mi curiosidad por la magia del lugar y por ustedes me han traído hasta aquí.

-Ten cuidado, esas aguas calientan más que las llamas de una hoguera. Si te descuidas puedes perder el corazón para siempre. Simplemente se te calcinaría en un instante. A mí ya me ha pasado en dos ocasiones, tal vez tres, no lo recuerdo, por eso prefiero entrar a nadar sin mi corazón que aunque de sangre fría no soporta el fuego.

-Cocodrilo, ¿dónde nace la magia de ese estanque? -Le pregunte.

-Esa, amigo mío, es una historia tan vieja como la del hombre mismo. Este estanque está en medio de un pantano porque hay una maldición dentro de él. Hace miles de años, cuando el creador decidió sacar del paraíso a los de tu especie, este fangal se hizo para que el agua que llenaba la laguna jamás fuera encontrada, ya ves, los animales que cuidamos del lugar, en su gran mayoría somos despreciados por los humanos, nadie vendría a ver lo que pasa en la pureza del agua que siempre está invadida de sapos y cocodrilos.

-Pero es horrible lo que pasa allí -le dije.

-Horrible, ¿por qué los humanos ven con horror el placer?
-Placer, llamas a ese espectáculo tan sangriento placer. El placer es algo sublime. -Dije presuntuoso.

El Cocodrilo se dejó caer sobre el pasto verde del lugar mientras habría su gran bocaza para exclamar en medio de una carcajada.
-Mi querido amigo, el placer no es sublime, bueno o malo, el placer es placer. Admito que es un espectáculo grotesco, Alejado de los vuelos de las aves o de la música que hacen los humanos, pero lo que parece contradictorio puede ser parte de lo mismo.

Me senté a su lado, no entendía nada, recordaba mis clases de religión. Los pecados estaban relacionados con el placer, la virtud con el recato; y el sufrimiento con el dolor. Esa tarde, la Tortuga, el Cocodrilo y la Salamandra me habían mostrado de manera distinta esos sentimientos, me parecía difícil entenderlos como parte de lo mismo.

Me despedí del Cocodrilo y decidí regresar al pueblo. Me preguntaba del origen de ese lugar, cuándo se me apareció otra vez la Salamandra, diciéndome:

-Muchacho, siéntate un rato y hazme compañía, al fin que todavía falta para que el sol se esconda.

-Dime salamandra ¿por qué existe este lugar, sin que ningún humano lo conozca.
-Amigo ¿por qué piensas que ningún humano lo conoce? Si fue por ellos que el estanque se ocultó en medio de un pantano. Hace miles de años, un ángel se enamoró de la primera mujer, aquella que estaba destinada a ser la compañera del primer hombre. Por años, ella vivió junto a su compañero, en medio de la castidad y la fidelidad. Hasta que un día, el ángel aquel no pudo soportar más su pasión y decidió decírselo a su amada. Ella, sorprendida, se entrego sin más a esos ojos de fuego y a ese deseo que nunca había experimentado antes. Encontraron en este lugar, que en ese entonces formaba parte de un bello bosque, el refugio ideal de su amor, el cual siempre estaba hermoso a pesar del cambio de estaciones. El estanque era su lugar predilecto para amarse, y el agua se lleno de la pasión de sus cuerpos. Un día, el todopoderoso se dio cuenta del pecado de ambos seres y los expulso del paraíso.

El ángel fue enviado a los lugares más abominables del universo y la mujer fue condenada a bajar por las tierras más agrestes. Para terminar su obra, el creador recompenso al hombre con una nueva mujer y volvió aquel bello paraje un pantano. Pero, cuando se dio cuenta que el estanque contagiaba de la pasión de los impíos a todo el que se sumergiera en ella, echo una maldición para todo aquel que sintiera un deseo parecido. El placer y el amor que las criaturas llegaran a sentir, sería borrado por el dolor que se provocarían mutuamente. Así nunca nadie encontraría la plenitud en el otro, sin pagar por ello.

-¡Eso no puede ser cierto! -Le grite. -Los humanos podemos sentir amor y deseo sin tener que masacrarnos.

-¿Estas seguro?-Me dijo la Salamandra mientras se carcajeaba. -Dime entonces por qué los humanos revisten el deseo y el amor de reglas, contratos y esclavitud.

Me quede callado pensando una respuesta, pero no la encontré. La Salamandra se levanto dispuesta a caminar mientras decía:
-Vete muchacho nunca vuelvas, y si puedes, trata de olvidar lo que hoy ocurrió aquí. Que tengas una buena vida.

Esas fueron sus palabras.
De repente me di cuenta que ya había oscurecido. Pero, pude ver dentro del estanque los ojos brillantes de la Salamandra y el Cocodrilo. Me levante y caminé hacia el pueblo, decidido a jamás regresar.

sábado, 21 de marzo de 2009

Encuentros lejanos

Mientras dormía, Paloma viajaba al centro mismo del infierno. Sus ropas desaparecían poco a poco cada vez que una llama atravesaba su cuerpo. En esos viajes, soñaba que el pasado no había existido y que el presente lo era todo. Mientras dormía, una noche como la de hoy, un fantasma del pasado se le apareció. “Buscaba el camino al infierno, hoy como hace tiempo sé que sólo tú puedes llevarme.” Le dijo.

Paloma asintió incrédula de que aquel ser, hoy transparente, alguna vez había tenido cuerpo. “Te llevaré porque tú me lo pides, y porque ya no existes te dejaré ahí mismo y me iré.” Respondió.

Paloma tenía mucho tiempo llevando a seres que buscaban su propia perdición: pintores, bohemios, filósofos, poetas, ellos la buscaban mientras dormía para ver que se sentía carbonizarse mientras el mundo se consumía a cada paso. La seguían por unas noches, porque la tentación puede más que la razón, y aquella mujer gustaba de verlos caminar con la razón perdida.

Algunos fantasmas, los que no lograban salir de aquellas llamas, le susurraban al oído cuando la luna se asomaba, sólo para no sentirse tan solos en los enormes ríos de lava. Ella accedía gustosa a calcinarse por ellos, al final un abrazo acompañaba la certeza de que nunca habría regreso. Pero, el último fantasma que llamo a su ventana, había sido tan amado, que al alejarse ella juró no volver a mirar al pasado.

Ese fantasma tocaba hoy a su ventana, y mientras le susurraba al oído sus antiguas andanzas por el averno, ella pensaba que el pasado a veces viene sin ser llamado. La noche estaba muy avanzada y el fantasma insistía, ella dudo si esos susurros eran ciertos. Por un momento sintió deseos de quemarse al lado del fantasma aquel, pero los recuerdos del dolor padecido terminaron con su sueño.

El fantasma se fue lamentando el desaire. Paloma se quedó, como hace tiempo, pensando en las delicias de aquellas manos que hoy no eran más que un recuerdo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

La ciudad es para muchos una de las obras cumbres de la civilización. Centros políticos, religiosos, económicos y sociales donde lo más representativo de cada cultura se guarda para adornar, adorar y dominar en estas áreas con alta densidad poblacional. En ella, los hombres y la naturaleza son separados por los rascacielos y el pavimento, las luciérnagas emigran a los bosques más cercanos mientras los lobos se vuelven “chuchos” domesticados.

Urbano Animal, es una muestra plástica en donde la pintura, la fotografía y el graffiti son sólo algunas de las técnicas que nos hablan de la relación ciudad-hombre-animal; porque en la ciudad todos, incluso los animales, mantenemos un instinto primario, salvaje, el cual ni los pavimentos, ni los rascacielos nos han podido arrancar.

Veintidós obras de jóvenes artistas nos llevan de la mano por esa naturaleza citadina que se ha fusionado con el ciudadano. Urbano Animal es un caminar por la selva, la cual, a pesar de las toneladas de cemento, no ha perdido sus colores, sus olores, ni su riesgo. La relación tan cercana entre animales y hombres nos permite ver como las aves se vuelven centinelas de la vida diaria a la vez que nuestro pensamiento se torna cada día más primitivo. Los animales se humanizan, el hombre retrocede y la violencia persiste.

Al arrasar con el hábitat natural de los animales, se pensaría que los humanos se vuelven amos del territorio, pero… qué pasa cuando nos vemos convertidos en hormigas, en obreros que se encuentran listos para ser devorados por los más despiadados buitres; qué hacer si nos vemos acechados por tiburones y lagartos; cómo actuar si nos encontramos en corretizas más violentas que las mostradas por los perros y los gatos; o a dónde ir cuando simplemente la sequía nos lleva a emigrar a otros lagos. Animal Urbano nos cuestiona ¿qué somos? ¿Animales o Humanos?

Sin apresurar la respuesta detengámonos a ver nuestro “perreo” cotidiano o la monstruosidad de nuestros actos, sólo para sentir como se desdibuja nuestra imagen, se afilan nuestros dientes, la piel se nos llena de pelo y entendemos cómo fue que Rómulo y Remo se llenaron de tatuajes que la nueva patria ya no puede evitar.

Caminemos y veamos a las nuevas especies, llenas de maquillaje, libros y luces de neón. Observemos su comportamiento, sus mutaciones y su apareamiento, y si en medio de dicho ejercicio nos encontramos en un espejo, mantengamos la calma y pensemos en la magia del lienzo. No debemos correr en desbandada si vemos como se escurre la libertad de la democracia y nos encontramos de repente en una jaula.

Esperemos, pensemos que Animales… Humanos…Urbanos. Pueden pensarse distintos en apariencia pero al final somos de la misma procedencia. Mitad mujer, hombre, perro, primate, pez, ave o insecto, aún podemos convertirnos en seres que un día levanten el vuelo.

viernes, 13 de marzo de 2009

Y mientras duermes

Y mientras duermes, yo estoy contigo.
Allí, en ese espacio que solo tú creas mi pensamiento encuentra tu cuerpo.
Donde un día recibirás mis besos y mis abrazos serán eternos.
Te pienso y los recuerdos me llevan a tu lado, recuerdos de lo no vivido, de lo que no ha existido.
Entonces me doy cuenta que la nada puede crear sensaciones físicas como esta que aguarda en mi cuerpo.
Vuelo, y pienso en lo que te rodea, y mis brazos rodean la almohada pensando que es tu cuerpo.
Me creo un aroma para decir tu nombre y un sonido para sentir tu aliento.
La nada, lo que no existe, me llena el cuerpo… y te toco…y te veo.
Te pido que me cuentes tus sueños, cuéntame esa vida, pues en ellos, en ella, vivo.
Vuela a mi lado un día, justo así como en tus sueños.
Y cuéntame lo que la realidad te diga un día… cuando camine a tu lado.

domingo, 8 de marzo de 2009

...Y aunque te ame con locura, ya no vuelvas....


La paloma voló por un tiempo, la soledad de sus vuelos la llevo por paisajes, ríos, cuevas y montañas. Un día, desde el aire, vio un gran agujero en la tierra, al lado había un balde vacío y unos zapatos de mujer. El hoyo se encontraba a mitad de un desierto. La imagen la intrigo y decidió echar un vistazo.

Cuando se asomó, descubrió que era un pozo. La humedad de sus paredes provocaba que un aire fresco circulara en su interior. Aquel lugar despedía un olor muy particular, era la mezcla de flores y frutas. Después de días de volar entre dunas interminables, aquella atmosfera parecía salida de un paraíso. Se quedo unos momentos asomando la cabeza, desde la orilla, para ver si es que encontraba el fondo y de paso sentir aquel vientecillo. Más tarde se le ocurrió que ese pozo seguramente tendría agua, y por qué no, tal vez hasta algún árbol.

Respiro profundo y voló al fondo de la oscuridad, pasaron minutos, horas, el aire se sentía más frío y el olor era perturbador. No había agua, ni árboles; ya ni siquiera volaba, sólo se dejaba caer. En el descenso el sueño se apoderó de ella, perdiendo toda noción del tiempo.

De súbito, un aire más helado aun la despertó, se dio cuenta de que había dejado hace tiempo de volar, miró hacia arriba y pudo ver una pequeña luz blanca; recordó la amplitud del mundo y la calidez del sol. Sólo entonces decidió ascender y salir de ese agujero. Abrió sus alas y justo cuando iba a dar el primer aletazo, sintió que sus patas se sumergían en un líquido tibio. La sed que sentía volvió a su mente; se sumergió en esa agua con sabor a frutas, nadó y bebió, olvidando por momentos el respirar. La felicidad, la paz y el placer que sentía en aquel pozo la hicieron olvidarse de la vida y del cielo. Pasaron días enteros. Toda el hambre, la sed y el cansancio desaparecieron, hasta que se olvidó de volar. El agua frutada lo era todo, era su vida, su espacio y su tiempo; su aire, su presente, su pasado y su futuro. Nada necesitaba, el pozo lo llenaba todo.

Cuando dormía, flotaba en las aguas y en esa oscuridad la soledad era tan absoluta que incluso sus pensamientos hacían eco en aquel espacio. Pronto aprendió a percibir cada movimiento del agua, y pudo sentir los movimientos del viento y de la arena del desierto, pensó en sentir otra vez ese viento en su rostro y dejar que el polvo se le incrustara en los ojos.

-Algún día regresaré y mis alas partirán el cielo.

Pero no regresó. Un día, en medio del agua, encontró un animal, una salamandra. No podía verla, pero sintió su piel lisa y su cola larga. Reconocieron con el tacto cada parte de sus cuerpos y nadaron juntas en aquella oscuridad.

La salamandra era un habitante antiguo del pozo, el cual, muy al fondo, estaba lleno de cuevas y pasadizos que conectaban al desierto con el bosque, la selva y los pantanos. Este reptil solía vivir en todos lados, pero a veces, cuando los ataques de otros seres la dejaban sin algún miembro, regresaba al pozo aquel y dejaba que las aguas sanaran sus heridas.

Al encontrarse a la paloma le enseño los pasajes y salidas.
-Podrás regresar y partir el viento.
La paloma lo pensó por veinte noches, y decidió no regresar. El pozo aquel, sus cuevas y cascadas subterráneas serian su nuevo hogar, la oscuridad sería su nueva luz y el agua su nuevo cielo. Al igual que la salamandra, su cuerpo había sido mutilado, pero sus heridas eran tan profundas que podrían pasar años antes de regresar.
–El corazón de la tierra será mi nuevo hogar, aprenderé a volar en el agua y mis alas harán que la tierra tiemble.

La salamandra sonrío al escucharla, y pensó que había encontrado una compañera con la que podría compartir la vida.