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sábado, 27 de junio de 2009

מריה I

Mi nombre es María, mi edad, tan efímera como mi propio presente. Hoy puedo decir que me siento como hace veinte años, la diferencia, la única que existe, se encuentra reflejada en el lago. No me importa pensar en esa imagen, nunca he sido yo.

Hace veinte años caminaba con mi madre, por primera vez ibamos al lago. Buscábamos agua para llevar a la casa. Recuerdo que estaba por amanecer, las sombras de la noche se difuminaban con los primeros rayos del sol mientras que el lago se confundía con un rosado que inundaba el cielo. Uno podría pensar que eran uno solo, que nunca se separarían.

Mi mano se encontraba sujeta de la de mi madre. Aún puedo sentir la tibieza de su piel. Recuerdo que antes de esa mañana solía sentirme segura cuando me llevaban de la mano. Recuerdos, son tantos los recuerdos. Pienso en toda la historia que se encuentra inmersa en ellos, mi historia, su historia, la historia de muchos, una historia que en algún tiempo nadie recordará.

Caminábamos, hacia un poco de frio; cuando vi que el cielo y el agua eran uno solo, corrí para ver si el agua era rosada, y al sumergir los pies, sentí frio y grite, era un grito largo, que tres segundos después ya no salía de mi boca, pero ahí seguía. Gire para enseñarle a mi madre como podía gritar sin abrir los labios, cuando la vi rodeada de muchos hombres, ellos tenían un casco y un arma, jamás los había visto tan cerca. Tomaron a mi madre, que me gritaba que me fuera. Pero no pude, estando ahí, mis pies se habían congelado por completo, y ese frio, o ese miedo, impedía que mi cuerpo se moviera. Uno de los hombres golpeaba el rostro de mi madre mientras dos más la sujetaban de los brazos. Sentí el calor de mis lágrimas sobre mis mejillas, y vi como un rayo de luz iluminaba aquella escena, el calor llegó a mis piernas e inundo mi espalda, al fin pude gritar.

Uno de los hombres volteo a verme. Su mirada hizo que mis piernas se movieran, corrí en dirección contraria a donde se encontraban, dos de ellos me seguían podía oír sus pasos. Entonces vi un arbusto que se movía, creí que uno de ellos se escondería ahí, estaba cansada, respire y trate de correr pero cerré los ojos; pude sentir unos brazos muy grandes que me envolvían y me cerraban la boca, abrí los ojos y vi pasar frente a mi a los soldados mientras una voz me decía – no grites.

lunes, 8 de junio de 2009

Mi nuevo hijo

Ha nacido mi hijo, le he llamado indiferencia, de cariño le he puesto olvido. Fue concebido una noche de otoño por un accidente entre el azar, mi vientre y el destino. Pero ellos, malos padres, lo han dejado a mi cuidado. Me encargaron alimentarlo, cuidarlo, verlo crecer, y yo aunque lo desprecié al principio, hoy lo he vuelto mi resguardo ante la felicidad y la belleza de la vida.

Cada día lo arrullo en una sabana de seda, lo alimento con gotas de veneno y caliento su cama con las brasas del infierno. Mi hijo ha nacido y puedo ver con gusto como es que crece. Beso sus mejillas cuando esta dormido, con el miedo incesante de que un día me abandone. El se irá, me lo han dicho, y ese día me envolverá una vez mas aquella cruel mentira. Pero, aunque camine, lo buscare todo el tiempo mientras escupo de vez en cuando las mentiras de tus besos.