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sábado, 21 de marzo de 2009

Encuentros lejanos

Mientras dormía, Paloma viajaba al centro mismo del infierno. Sus ropas desaparecían poco a poco cada vez que una llama atravesaba su cuerpo. En esos viajes, soñaba que el pasado no había existido y que el presente lo era todo. Mientras dormía, una noche como la de hoy, un fantasma del pasado se le apareció. “Buscaba el camino al infierno, hoy como hace tiempo sé que sólo tú puedes llevarme.” Le dijo.

Paloma asintió incrédula de que aquel ser, hoy transparente, alguna vez había tenido cuerpo. “Te llevaré porque tú me lo pides, y porque ya no existes te dejaré ahí mismo y me iré.” Respondió.

Paloma tenía mucho tiempo llevando a seres que buscaban su propia perdición: pintores, bohemios, filósofos, poetas, ellos la buscaban mientras dormía para ver que se sentía carbonizarse mientras el mundo se consumía a cada paso. La seguían por unas noches, porque la tentación puede más que la razón, y aquella mujer gustaba de verlos caminar con la razón perdida.

Algunos fantasmas, los que no lograban salir de aquellas llamas, le susurraban al oído cuando la luna se asomaba, sólo para no sentirse tan solos en los enormes ríos de lava. Ella accedía gustosa a calcinarse por ellos, al final un abrazo acompañaba la certeza de que nunca habría regreso. Pero, el último fantasma que llamo a su ventana, había sido tan amado, que al alejarse ella juró no volver a mirar al pasado.

Ese fantasma tocaba hoy a su ventana, y mientras le susurraba al oído sus antiguas andanzas por el averno, ella pensaba que el pasado a veces viene sin ser llamado. La noche estaba muy avanzada y el fantasma insistía, ella dudo si esos susurros eran ciertos. Por un momento sintió deseos de quemarse al lado del fantasma aquel, pero los recuerdos del dolor padecido terminaron con su sueño.

El fantasma se fue lamentando el desaire. Paloma se quedó, como hace tiempo, pensando en las delicias de aquellas manos que hoy no eran más que un recuerdo.

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