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jueves, 13 de octubre de 2011

Mariposa Negra

Mientras la paloma seguía el viaje los bosques desaparecieron. De repente, todo era un desierto. Días y noches bajo el mismo paisaje podían quebrar el ánimo de cualquiera, pues, el horizonte era una larga linea que cada vez se alejaba más. La soledad era absoluta.
A falta de vientos, ríos y mares la paloma moría de sed, a veces, algún cactus le proporcionaba el liquido anhelado, pero nunca era suficiente, el vacío era tal que ya ningún mar podría regresarle la frescura a su alma.
Bajo el sol, poco a poco aprendió a vivir sin agua, pues su cuerpo se hidrataba con lo que pescaba del aire. Sus alas, se hicieron pequeñas y sus plumas se fueron secando, a los pocos meses solo quedaban pequeñas escamas.
Su vuelo era  lento. Podría pensarse que flotaba en el aire mientras su cuerpo se hacia cada vez más pequeño. Sus largas alas se volvieron pequeñas alas negras, y al no necesitar de agua, su estancia en la tierra era menos frecuente, lo cual, le daba mucho alivio, pues al quedarse sola en medio del aire, solo los susurros que corrian a través del viento le hacían compañía.
Las noches se volvieron su tiempo preferido, el sol ya no quemaba y las brisas le permitían levantar el vuelo, y así, en las noches, en aquel desierto, noto que su cuerpo pequeño y  sus alas de escamas negras le eran suficientes para sobrevivir en la tierra. No necesitaba agua, la luz ya no era necesaria, sabia que, ahora, la mariposa negra estaba lista para regresar al  mundo. 

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